Albert Camus se destacó tanto por ser buen escritor como por tirar
frases un tanto efectistas y bastante indefendibles. “No ser amado es
una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”,
perpetró Camus alguna vez. Y también dijo: “El futbol no es una cuestión
de vida o muerte, es mucho más que eso”.
La sentencia de Camús sobre el amor es una bobada sónica que rebaja
la tragedia de no ser amado a una anécdota cualunque. La idea sobre el
futbol parece abrir un abanico de posibilidades y segundas lecturas
pero, al poco tiempo de buscarlas, uno termina por agotarse.
El
premio Nobel de Literatura fue más lejos con eso de la importancia del
juego de pelota y sentenció: “Todo lo que sé sobre la vida lo aprendí
cuando era niño en una cancha de fútbol”.
Esta última confesión de
Camús también es exagerada pero, al menos, nos permite imaginarnos a un
niño que descubre en la canchita del barrio muchas de las miserias y de
los gestos preciosos con los que luego se encontraría a lo largo de su
vida.
Lo malo es cuando una manga de grandulones pretende buscar
dentro de un estadio una serie de señales luminosas que poco o nada
tienen que ver con la pelota. Así son los nuevos uruguayos que compraron
“el proceso” de “el maestro” Washington Tabárez al frente de la
selección de fútbol como un ejemplo de valores y de inteligencia que
debía ser trasladado a la educación, a la política y o al comercio.
Estos
recién llegados al mundo de la pelota parecen no reparar en que el
fútbol no es otra cosa que un juego en el que, muchas veces, el azar se
cuela para desbaratar habilidades y esquemas tácticos prefabricados.
Parecen
no darse cuenta de que toda esa celestemanía, ya en decadencia, no
hubiera sido tal si aquel morocho de Ghana le embocaba al arco y nos
dejaba afuera del mundial –como ya estábamos acostumbrados- en cuartos
de final.
Pero no. La pelota pegó en el travesaño y la alegría
fue muchísima. Porque esta selección le dio, a una generación
acostumbrada a perder y a perder, la posibilidad de gritar como unos
enajenados.
Pero la alegría se volvió solemnidad. Hubo libros y libros escritos
sobre la “hazaña” celeste. Tabárez dejó de ser el técnico conservador
que es y se convirtió en un referente moral. “La recompensa es el
camino” dijo y parecía que hablaba Zaratustra.
Diego Lugano dejó
de ser un defensa que marca torpemente, pega patadas surtidas y molesta a
los delanteros cuando se va al ataque y pasó a ser el líder carismático
de un grupo pletórico de belleza y amor por el prójimo.
Además, nadie se animó a desentrañar el enigma que podía explicar la presencia de Palito Pereira en una selección de fútbol.
Hubo un partido político que realizó encuentros privados en los que
se pasaban los goles de Uruguay para enseñar a trabajar en equipo a los
jóvenes y a los viejos. Hubo charlas en escuelas y plazas de deportes, y
el relleno del Ricardito perdió su blancura para ganar un asqueroso
color de anilina celeste.
Si esto hubiera sido una película
épica, Tabárez se tendría que haber ido después de la Copa América en la
que Uruguay logró imponerse, otra vez, con mucha suerte a su favor.
Pero
no. Siguió adelante con un esquema de juego repetido en el que sus
mejores jugadores se aburren esperando la pelota y siguió destratando
gente -los periodistas deportivos, aunque alguno no lo parezca, lo son.
Ahora
que la clasificación para el mundial de Brasil se tornó dificultosa y
que el "grupo humano" se convirtió en una olla de grillos, tal vez
resulte provechoso mirar hacia atrás para darnos cuenta de lo evidente:
que lo ocurrido con la selección no rozó ni de cerca el ejemplo humano y
que lo que hoy ocurre nada tiene que ver con un drama deportivo.
Que más vale dar el ejemplo tapando las goteras de las escuelas que
arengando chiquilines desde alguno de los dos lados de la línea de
talco.
Que el fútbol no es cuestión de vida o muerte ni nada que se
le parezca. Que hay que rajar de las guarangadas como de la peste, y que
no dejan de ser guarangadas aunque las diga un premio Nobel. Y que al
maestro Tabárez. por supuesto, hay que agradecerle por los servicios
prestados
miércoles, 3 de abril de 2013
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